viernes, 11 de noviembre de 2011

la mujer y el tabajo

Discriminación, el hecho existe mucho antes que la palabra se crease, ya que surge desde las primeras interacciones sociales entre los hombres.

La discriminación es inherente al ser humano, antes de empezar a hablar de ella en equipos de trabajo, consideramos necesario ambientarnos en el contexto social que la genera. Esta conducta se produce por cualquier diferencia que una persona percibe en otra, por problemas de prejuicio, intolerancia, rechazo, falta de aceptación, competencia, aversión al cambio.

Esta situación discriminatoria, en última instancia, se evidencia en la convivencia social generando fricciones que resultan nocivas para la misma. A través del tiempo y evolución de las ciencias sociales y el derecho se ha tratado de buscar solución a esta problemática humana. Grandes esfuerzos se han realizado a favor de erradicar la discriminación.

Los esfuerzos internacionales para combatir la discriminación  han sido casi inexistentes hasta la aprobación  de la Carta de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. A partir de allí la estructura de derecho de los diferentes países y organizaciones ha evolucionado fuertemente en esta materia desarrollando leyes, tratados, convenios, convenciones, etc., con el único objetivo de eliminarla. Hoy en día puede afirmarse que prácticamente no existe en los textos normativos discriminación formal entre hombres y mujeres.

Sin embargo, esta igualdad formal no se corresponde exactamente con la realidad de los hechos. En efecto, a pesar de los indiscutibles avances hacia la plena integración, subsisten en menor medida discriminaciones y desigualdades que, aunque van adoptando formas cada vez más sutiles, siguen siendo relevantes y teniendo efectos reales. Estas desigualdades y discriminaciones se producen en todos los órdenes de la vida social y, en consecuencia, también en el orden laboral.

Se puede así constatar que, a pesar de la creciente incorporación de la mujer al trabajo que, sin duda, es la gran innovación del siglo pasado, se mantienen formas de discriminación en los distintos aspectos de la vida laboral: el propio acceso al empleo, las dificultades de promoción interna a puestos de responsabilidad, la clasificación profesional, las diferencias de retribución, la misma negociación colectiva e incluso la representación legal del personal, ostentada de forma abrumadoramente mayoritaria por hombres.

No obstante, a pesar de la rapidez de la integración laboral de la mujer y la definitiva superación de desigualdades jurídicas formales, quedan aún en el mundo del trabajo elementos de discriminación que es preciso superar.

Los equipos de trabajo no están exentos de esta problemática, referida anteriormente, por tal motivo nuestro interés apunta a sugerir ciertos mecanismos para minimizarla.

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